Veamos hoy un tema que es de gran relevancia en el desarrollo de cualquier deporte: la ingeniería.
Empecemos con el significado:
“Conjunto de técnicas que permiten aplicar el saber científico a la utilización de la materia y de las fuentes de energía, mediante invenciones o construcciones útiles para el hombre”.
¿Cómo encaja esto en el deporte?. En cualquier modalidad se produce un desarrollo desde las etapas infantiles a la categoría superior. Este desarrollo requiere un diseño, una aplicación del saber científico a la utilización de la materia y de las fuentes de energía, mediante invenciones o construcciones útiles para el hombre.
Materia: un niño/a en pleno proceso de crecimiento y desarrollo. Fuentes de energía: nutrición, psicología, pedagogía, fisiología, etc. Invenciones o construcciones: Métodos de entrenamiento y recursos materiales.
Los ingenieros del deporte son los entrenadores y si trasladamos esto al mundo de la obra civil o la industria cabría preguntar: ¿alquien concibe el diseño de una ciudad, de una fábrica, de un puente, por alguien que no sea ingeniero/a? ¿Es posible que se haga una casa o un edificio sin un arquitecto/a?.
Los niños/as son esa casa, esa obra, ese puente que hay que proyectar y construir, manejando multitud de variables, datos, fórmulas, etc. Una vez la obra está hecha, los cimientos bien establecidos, las bases convenientemente estructuradas, los carpinteros, los electricistas, los fontaneros o los decoradores, dan forma a ese contenido. Se podrán modificar ventanas, cambiar puertas, incorporar enchufes o eliminar tabiques pero lo que no se podrá hacer será cambiar los cimientos, las columnas maestras.
En el deporte no se respeta esta lógica irrefutable. Directivos de clubes, gestores, políticos e incluso padres van en contra de una ley básica y dedican todos los esfuerzos a las categorías superiores. Los entrenadores más cualificados son asignados a éstas, los recursos económicos se emplean en el equipo “senior”. Los materiales más sofisticados e innovadores se emplean con los adultos y finalmente las mayores comodidades son diseñadas para éstos.
Un caso paradigmático es el del fútbol. En este deporte no se exigue por parte de la Federación formación por parte de los entrenadores en categorías de base. Hasta juveniles cualquier persona puede entrenar a un equipo y así tenemos a padres haciendo de ingenieros y arquitectos. Creando edificios, diseñando puentes, construyendo cimientos que después serán rematados por los verdaderos especialistas. Es decir, los entrenadores titulados, los licenciados son los decoradores, los fontaneros y los electricistas. Pueden cambiar puertas y/o ventanas pero ya no pueden modificar los cimientos, en cambio son los que tienen más recursos, más horas de entrenamiento, más energía para consumir.
Hagamos el siguiente ejercicio: ¿cuántos jugadores y jugadoras de las ligas mayores en cualquier deporte, fueron entrenados por padres, por aficionados o por voluntarios?. La respuesta es rotunda: NINGUNO/A. Entonces ¿por qué las personas que gestionan los clubes siguen diciendo que a los chavales los puede entrenar cualquiera, que lno es necesario ser un gran entrenador, y en cambio buscan técnicos expertos para los equipos mayores?
Quizás vaya siendo hora de poner un poco de cordura en el deporte y no pretender que en verano nieve o que en primavera caigan las hojas de los árboles. Un poco, solo un poco de sentido común ayudaría a que muchos niños/as no se pierdan por el camino, a que la educación, los valores, la disciplina, el respeto, el compañerismo y los principios del entrenamiento sean impartidos por personas cualificadas, formadas y responsables. Mientras tanto seguiremos viendo como cadetes y juveniles abandonan el deporte, se insultan en los campos y las canchas, o los padres gritando en las gradas.
Es una responsabilidad de todos: padres, políticos, gestores, directivos y técnicos, que impere la lógica, la ciencia y el sentido común, que parece ser el menos común de los sentidos en los días que corren.